La forma en la que me desafiaba era lo que mantenía cerca de
él.
Sentí que una parte de mi historia se reflejaba en él. El
miedo, la emoción o la necesidad de quedarse (porque sí, sentí su necesidad).
Pero no fue como la viví antes, no fue una necesidad material,
era una necesidad de compañía, de un abrazo y, aunque diga que su corazón es
frío, estaba lleno de ganas que lo abrazaran y no lo dejaran más.
En ese momento lo sentí como un ave, que cansado de tanto
volar necesitaba una rama donde descansar.
No sé si yo sirva de rama para alguien, lo cierto es que
también buscaba un abrazo donde quedarme, donde quitarme el miedo…
Quizás un lugar donde renacer después de tantos daños
anteriores.
Y aquí está la sensación, de una hermosa compañía, pero de
miedo y de soberbia a resultar nuevamente herida. Y no hay forma de
arrepentirme, porque fue un gran vuelo, un hermoso viaje a algo que no conocía.
Ahora seguimos y seguiremos siendo extraños. Extraños que
jugaron, rieron, volaron, escaparon; Pero extraños al fin y al cabo.
Lejanos y extraños…. A pesar de haber despertado hoy entre
sus brazos.